Una profunda sensación de desilusión, tristeza y soledad. Eso fue lo que sentí cuando me enteré de quiénes eran los Reyes Magos en realidad. Tenía sólo 10 años y a partir de ahí ningún 6 de enero volvió a ser igual. Tuve suerte, al menos no fui de esos niños que perdieron la ilusión a una edad más temprana, como los 8 o incluso los 6 años.
Ahora que soy adulto y me toca ser Rey Mago, comprendo por qué mis padres me mintieron tantos años. Es hermoso ver el rostro de los niños al creer que sus juguetes, es decir, sus deseos, se materializaron como por arte de magia justo debajo del árbol de Navidad.
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Ser Rey Mago requiere dejar a un lado el ego, porque los niños le agradecen a los Reyes Magos sin saber quiénes son en realidad. Pero el amor es así, requiere dejar el ego completamente de lado y encontrar felicidad y satisfacción en simplemente dar a los demás sin esperar nada a cambio. Cuando esto se hace por los hijos, el sentimiento surge de manera completamente natural.
Saber quiénes son los Reyes Magos es duro pero es más duro perderlos
Enterarte de quiénes son los Reyes Magos suele ser duro porque nadie te prepara, pero al menos sabes que están ahí contigo. Y todas esas veces en las que te advirtieron "los Reyes Magos siempre te están viendo y saben cómo te portas" toman mucho sentido. Este es un trago amargo del que te vas recuperando con los años al crecer.
Pero, ¿cómo te puedes recuperar de perder a los Reyes Magos? Es un dolor indescriptible y una sensación de soledad incomparable. Ellos están contigo al nacer, te enseñan casi todo lo que sabes y te apoyan en los momentos difíciles, pero un día se van. Se tienen que ir y es realmente frustrante porque es un hecho inevitable.
Es el ciclo de la vida: naces, creces y mueres. Y no podemos hacer nada en contra de eso. Sólo podemos disfrutar el camino e intentar dejar un legado en aquellos a los que amamos, tal vez para ser bien recordados, tal vez por el simple hecho de amar.
Mis Reyes Magos ya no están pero su amor sigue conmigo
¿Y qué nos queda? El amor, otra vez el amor. El amor que nos tuvieron. Las palabras que nos dedicaron. Las cosas que nos enseñaron. Los consejos que nos dieron. Todo se reduce al amor. Porque sí. Lo que queda conmigo de mis Reyes Magos no son los juguetes que "aparecían" mágicamente debajo de mi árbol, lo que me queda es su amor.
Lo que me queda de mis Reyes Magos es el amor que me tenían, el amor con el que mantuvieron esa ilusión en mí. Y sí, ahora finalmente lo comprendo, sí hacían magia. ¿Cómo puedo explicar, si no es con magia, que ahora, tantos años después de despertar un 6 de enero y ver mis regalos, y tanto tiempo después de haberlos perdido, pueda sentir todavía su amor y su calidez?