Prácticamente nadie puede resistirse a la mirada de un perro, ¿cierto? Provocan tanta ternura que lo primero que deseas es correr y abrazarlo. Sin embargo, esto no es una coincidencia. La ciencia tiene una explicación del por qué sentimos ese tipo de emociones y por qué se vuelven tan irresistibles.
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Los perros tienen un vínculo único con los seres humanos, lo cual se refleja en la mirada de estos animales y algo muy peculiar que no se ha logrado observar con otras especies domésticas como los gatos o los caballos.
Al intentar buscar respuestas sobre la ternura que nos provoca la mirada de un perro, algunos especialistas decidieron analizar la anatomía de los pequeños músculos miméticos, los cuales están dominados por fibras de miosina de contracción rápida.
Esto es algo que en los perros y en los humanos les permite formar expresiones faciales de forma rápida. La miosina genera la contracción de los músculos y permite los movimientos que realizamos en diferentes partes de nuestro cuerpo.
De esta manera, los perros son capaces de tener más movimientos faciales, por ejemplo: levantar las cejas o mover sus ojos al ladrar.
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Estos mismos estudios apuntan a que los perros tuvieron una evolución durante todo su proceso de domesticación, lo que los llevó a poder comunicarse con los humanos de manera más efectiva.
Algo que es un hecho es que los perros sí tienen un músculo mimético adicional que permite que sus ojos se vean más grandes y logren esa “mirada de cachorro” que a todos nos hacen derretirnos.
No es una sorpresa que los “lomitos” sean tan especiales para el ser humano, pues además de brindar compañía desde hace muchos años, también han logrado desarrollar capacidades de comunicación tan efectivas para aumentar su nivel de conexión con nosotros.
Por ello, no es una coincidencia que ellos, al igual que nosotros, logren hacer una mirada de ternura para conseguir algo o simplemente para expresar sus emociones y sentir.
Si tienes un perro a tu lado seguro no te has resistido a esa mirada llena de ternura en más de una ocasión. Bueno, ahora ya sabes cuál es la causa, ¡la domesticación!